domingo, 30 de septiembre de 2012

estela del cuarto en el jardín

El pensamiento se construye con los materiales a nuestro alcance, a través de la imaginación (la capacidad de visualizar situaciones), la memoria (la huella emocional dejada por situaciones análogas vividas o conocidas), la atención y el deseo.

A veces lo percibimos como el resultado de una búsqueda y otras como un encuentro, una intuición, una suerte incluso. Pero este encuentro sólo es reconocible cuando se lo está buscando, o esperando.

Proyectar quizá sea tan solo pensar una transformación, por sutil que esta sea, para dar respuesta a una necesidad. Esta definición incluye una idea de paisaje y una idea de construcción. De un paisaje no regido por un criterio formal.

Para el pensamiento nos valemos de herramientas y de técnicas, ellas, las herramientas y las técnicas, no son necesariamente el pensamiento. (Cuando asumen este papel, el pensamiento se torna manierismo). De la observación y el estudio.

El lugar, en un sentido amplio, genérico y difuso, pero también en un sentido limitado, sensorial y fenomenológico, es uno de los “materiales a nuestro alcance” para el proyecto arquitectónico. El lugar entendido como paisaje pone de manifiesto los vínculos, los sistemas de relaciones, los procesos que subyacen en la forma.

El tema es un paisaje abstracto que busca configuración. (Cuando renuncia a esa busca se torna tópico, infértil; cuando la limita a situaciones análogas, en el mejor de los casos, investigación tipológica). Exige estudio y apropiación, análisis y empatía para ser también otro “material a nuestro alcance”.

La atención es el cuidado que nos lleva a conocer. Es el estudio, y el uso del dibujo o la elaboración de maquetas, de modelos, como indagación.

El deseo es la voluntad de hacer, sin él nada se mueve.

Todo proyecto presenta una profunda dificultad, que en algunas situaciones y temas se pone con extremada nitidez de manifiesto. Andar, si se piensa bien, es realmente dificultoso.

Del baile entre el lugar (un paisaje más material, aunque cargado de otras connotaciones, por la memoria, la cultura, etc.) y el tema (paisaje conceptual, preñado de adherencias materiales, luces, atmósferas, escalas, etc.) esperamos la configuración, o, al menos, la validación o la aceptación de lo propuesto.

En nuestro caso, dimos en llamar al lugar, con todas sus implicaciones, “el jardín”; y al tema, la fundación ideada, “el cuarto”. Sobre ambos, el jardín y el cuarto, debimos indagar (con los dibujos, con las maquetas, con el estudio y la imaginación).

Es difícil andar, y algunos hasta danzan.
Luis Ibáñez

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